Últimamente, me gusta leer libros divertidos y felices, que me hagan reir y desconectar de todos los problemas que nos rodean a diario. Los que me conoceis sabeis que soy una persona positiva que le gusta ver la vida con una sonrisa aunque hay momentos que cueste.
Por ello, la literatura me parace un modo maravilloso de sentir la vida de otras personas, reir, llorar, reflexionar. Y tiene gran virtud de ofrecertelo en cualquier lado, ya sea en el sofá de tu casa, esperando a alguien en un parque (aunque con este frío no es muy recomendable, la verdad) o en el trasnporte público. Este es el método que más me gusta. Intentadlo, os aseguro que los viajes se os harán mucho más amenos, más cortos (a prueba de las infinitas esperas y huelgas que hay que soportar últimamente en el transporte madrileño). Yo ya me he desinhibido y río y lloro cual magdalena sin pensar en las personas que me rodean.
Y eso me ha pasado en más de una ocasión con el libro del que os quiero hablar hoy. Se llama Los besos no se gastan de Raquel Martos y es uno de los libros con los que más me he leído en los últimos meses. No cuenta la historia de Lucía y Eva, dos amigas que eran uña y carne en la infancia que se han distanciado con los años pero gracias a un encuentro casual, vuelven a retomar el contacto. Lucía y Eva son como la noche y el día. Lucía una directora de recursos humanos, segura de sí misma y con las cosas muy claras en la vida. Eva es una actriz que se ha retirado temporalmente para cuidar de su peque, Lola, que le tiene robado el tiempo y el corazón. Sin embargo, la situación sentimentalde ambas no es para tirar cohetes y es el momento del apoyo mutuo.
El libro está escrito en primera persona con una técnica innovadora pero muy atractiva de leer: un capítulo las protagonistas nos cuentan diferentes episodios importantes de su infancia, desde que se conocieron hasta el momento en que la amistad se empezó a resentir; y otro capítulo con su vida actual. Eva y Lucía narran de forma consecutiva y secuencial cada una de los capítulos.
Me ha gustado mucho, muchisimo el libro por su forma de narrar las historias, fresca, divertida y rápida. Especialmente emocionantes son los capítulos de la infancia en los que me siento reflejada al cien por cien. Es importante recordar todos aquellos momentos felices en la infancia, tan sencillos que no nos fijabamos en ellos, ni les dábamos la suficiente importancia. Momentos con gestos que sólo puedes relacionar con tu madre cuando eras pequeña, momentos de fiestas de pueblo de Lucía (increiblemente cierto de principio a fin), la ternura de la infancia, las dudas y juegos de miradas en la adolescencia...
Los personas son todos peritas en dulce. Geniales, ideales, aunque siempre te puedas identificar más con una de las dos protagonistas, Marisol, la abuela Amada, Víctor... Pero a mí, me tiene especialmente enamorada la pequeña Lola. Tiene la sencillez y el desparpajo propio de los niños, tan seguros de sí mismos, tan felices.
Además, destaca ante todo la historia de amistad existente entre las protagonistas que comienza en la más tierna infancia y que están unidas hasta el final. En los momentos de risa, en las peleas, en los momentos de angustia, en las lágrimas... En todo. Gracias a los que habeis compartido conmigo todos esos momentos. Sé que algunos de ellos leeis el blog. Libros como este nos recuerdan que en ocasiones no decimos a los demás todo lo que les queremos.
Lo dicho, un libro con el que puedes reir y llorar a partes iguales. Muy, muy recomendable para todos. Para muestra, algunas de la frases que he extraído del libro (esta vez, podría llenar un baúl). Muchas de ellas me recuerdan a momentos de mi vida. Confío en que los que los habeis compartido conmigo, os deis suficiente cuenta sin tener que remarcarlo.
Por ello, la literatura me parace un modo maravilloso de sentir la vida de otras personas, reir, llorar, reflexionar. Y tiene gran virtud de ofrecertelo en cualquier lado, ya sea en el sofá de tu casa, esperando a alguien en un parque (aunque con este frío no es muy recomendable, la verdad) o en el trasnporte público. Este es el método que más me gusta. Intentadlo, os aseguro que los viajes se os harán mucho más amenos, más cortos (a prueba de las infinitas esperas y huelgas que hay que soportar últimamente en el transporte madrileño). Yo ya me he desinhibido y río y lloro cual magdalena sin pensar en las personas que me rodean.
Y eso me ha pasado en más de una ocasión con el libro del que os quiero hablar hoy. Se llama Los besos no se gastan de Raquel Martos y es uno de los libros con los que más me he leído en los últimos meses. No cuenta la historia de Lucía y Eva, dos amigas que eran uña y carne en la infancia que se han distanciado con los años pero gracias a un encuentro casual, vuelven a retomar el contacto. Lucía y Eva son como la noche y el día. Lucía una directora de recursos humanos, segura de sí misma y con las cosas muy claras en la vida. Eva es una actriz que se ha retirado temporalmente para cuidar de su peque, Lola, que le tiene robado el tiempo y el corazón. Sin embargo, la situación sentimentalde ambas no es para tirar cohetes y es el momento del apoyo mutuo.
El libro está escrito en primera persona con una técnica innovadora pero muy atractiva de leer: un capítulo las protagonistas nos cuentan diferentes episodios importantes de su infancia, desde que se conocieron hasta el momento en que la amistad se empezó a resentir; y otro capítulo con su vida actual. Eva y Lucía narran de forma consecutiva y secuencial cada una de los capítulos.
Me ha gustado mucho, muchisimo el libro por su forma de narrar las historias, fresca, divertida y rápida. Especialmente emocionantes son los capítulos de la infancia en los que me siento reflejada al cien por cien. Es importante recordar todos aquellos momentos felices en la infancia, tan sencillos que no nos fijabamos en ellos, ni les dábamos la suficiente importancia. Momentos con gestos que sólo puedes relacionar con tu madre cuando eras pequeña, momentos de fiestas de pueblo de Lucía (increiblemente cierto de principio a fin), la ternura de la infancia, las dudas y juegos de miradas en la adolescencia...
Los personas son todos peritas en dulce. Geniales, ideales, aunque siempre te puedas identificar más con una de las dos protagonistas, Marisol, la abuela Amada, Víctor... Pero a mí, me tiene especialmente enamorada la pequeña Lola. Tiene la sencillez y el desparpajo propio de los niños, tan seguros de sí mismos, tan felices.
Además, destaca ante todo la historia de amistad existente entre las protagonistas que comienza en la más tierna infancia y que están unidas hasta el final. En los momentos de risa, en las peleas, en los momentos de angustia, en las lágrimas... En todo. Gracias a los que habeis compartido conmigo todos esos momentos. Sé que algunos de ellos leeis el blog. Libros como este nos recuerdan que en ocasiones no decimos a los demás todo lo que les queremos.
Lo dicho, un libro con el que puedes reir y llorar a partes iguales. Muy, muy recomendable para todos. Para muestra, algunas de la frases que he extraído del libro (esta vez, podría llenar un baúl). Muchas de ellas me recuerdan a momentos de mi vida. Confío en que los que los habeis compartido conmigo, os deis suficiente cuenta sin tener que remarcarlo.
Esa risa parecía idiota, sin motivo, pero, en el fondo, estaba cargado de significado. Significaba que éramos cómplices, que las dos pensábamos exactamente lo mismo, que sentíamos igual.Para acabar, os dejo con una canción que significa mucho para nuestras protagonistas. Una buena canción para revindicarse y aumentar la autoestima: I am what I am de Gloria Gaynor
Me encanta mirar a la gente mientras escucho música, de esa forma convierto la vida en un videoclip y a la gente corriente en gente especial. Cualquier gesto cotidiano gana muchísimo con música de fondo, todos deberíamos llevar una banda sonora incorporada a nuestras vida, seríamos mucho más interesantes.
Me gusta cuando mamá hace magia para enfriar la leche. La pasa de la taza caliente a la fría una y otra vez y yo me quedo con la boca abierta.
Esto es un pueblo de verdad, no como el tuyo de la sierra. Aquí la vida de uno es de todos, todos opinan, todos comentan, todos saben más de ti que tú.
Cojo una judía y me la como cruda. Es un sabor que me encanta porque me recuerda a los trocitos de césped que muerdo en la sierra cuando me tumbo a ver las estrellas.
Os creeis que los profesores estamos aquí ligando por el instituto, como vosotros
El amor es todo menos responsable. Nadie piensa en lo que le conviene cuando se enamora, si piensas en ello, es otro cosa, pero, desde luego, no es amor…
Le doy las gracias a mamá por traerte al mundo.
Hay años que valen por una hora, porque solo pasan cosas malas, o peor, porque no pasa nada. Y hay días que son como una vida entera porque pasa algo tan maravilloso que multiplica cada minuto por mil, porque los vives con tanta intensidad que te llenan por completo.
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