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La sonrisa etrusca

Portada de La sonrisa etrusca (José Luis Sampedro)
La sonrisa etrusca (José Luis Sampedro)
Como me ocurre cada día más, llegué a este libro a través de recomendaciones. Sí, en plural, porque La sonrisa etrusca, su obra más conocida. La apunté en mi listado con el resto, sin ninguna prioridad especial. Dos semanas después, a lo sumo, en un lugar idílico y con una compañía inmejorable comenzó una conversación de recomendaciones literarias y este libro volvió a salir a colación. En esta ocasión, la sugerencia procedía de un joven escritor (sé que le encantará que le considere joven) y las avispadas lectoras, ávidas de nuevas obras, lo apuntamos en nuestras respectivas listas. Principalmente, después de la frase "Además, está ambientado en esta ciudad...". Desde aquí, gracias a todos los que me recomendasteis este libro. Es uno de los mejores que he leído en mi vida. Yo seguiré la tradición sugieriéndolo a todo el mundo que pueda y esto comienza por este blog.
s recomendaciones procedían de personas totalmente diferentes entre sí y que no se conocían de nada. Debo reconocer (con todo el dolor de mi corazón) que no conocía a su autor, simplemente me sonaba el nombre como el de otros muchos. Tristemente, José Luis Sampedro falleció el 8 de abril de 2013 y la misma mañana en que se hizo oficial su muerte (en su eterna humildad, pidió que no se hiciera público hasta después de ser incinerado) decidí que tenía que leer alguna de sus novelas. Tras mirar las opiniones de la gente por Internet, principalmente Twitter, seguía sin saber cuál elegir y pregunté a dos personas: compañera y familiares. Ambos coincidieron en su sugerencia:

La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro comienza con la llegada de un viejo campesino calabrés a la casa de su hijo a la cosmopolita Milán para someterse a una revisión médica de la grave enfermedad que le está carcomiendo por dentro. A pesar de sus reticencias iniciales con la vida urbanita, descubre que la vida puede ser maravillosa gracias a sus último amores: Hortensia y su nieto Bruno.

Lo primero que yo destacaría sería el odio inicial del señor Roncone, nuestro protagonista, a las ciudades y en especial a Milán. Para muestra, en sus primeras páginas ya se intuye: "Sí, ya están llegando a la trampa. Las ciudades, para el viejo, han sido siempre un embudo cazahombres donde acechan al pobre los funcionarios, los policias, los terratenientes, los mercaderes y demás parásitos", por no hablar de la "particular" climatología de la zona "En Milán el sol no se asoma a orientar a nadie" o hasta el escaso sabor de sus alimentos "Fría como el hielo y no sabe a nada, la pera de magnífica apariencia".

Tal vez pueda resultar difícil de entender su actitud pero pongamos en la piel del señor Salvatore Roncone. Un italiano del sur, acostumbrado a medir su tiempo con la trayectoria del sol, rodeado de una exhuberante naturaleza en un pueblo en el que todo el mundo se conoce, para bien o para mal. De repente, el día menos pensado tiene que salir de su 'hábitat' para trasladarse a una ciudad donde no se ven las estrellas y debe permanecer encerrado en un pequeño piso de Milán. Todo el que haya vivido ambas experiencias, vivir en un pueblo o una ciudad pequeña y en una gran ciudad sabe el cambio que implica. Estrés, falta de naturaleza, deshumanización. Para Roncone, un hombre vividor y apasionado a quién le encanta disfruta de la vida, el viaje a Milán es un viaje hacia la muerte.

Sin embargo, al llegar al piso de su hijo, su vida cobra un nuevo sentido: su nieto Bruno se convierte en el sol que ilumina su vida milanesa y que le hará descubrir su importancia en los últimos momentos de su vida. Gracias a él, Roncone comienza a perderse por las calles de Milán, descubriendo que hay personas que merecen la pena, como por ejemplo, Hortensia, una bella mujer madura, curtida en mil batallas que le consigue cambiar su perspectiva del amor.

Si aún no habeis conseguido enamoraros locamente de este libro, es culpa mía. Me falta la buena prosa que exhibe el gran Jose Luis Sampedro, quien consigue que el libro te enganche desde la primera página. No dejéis de leerlo por miedo a finales tristes o posibles traumas. Es un libro lleno de vida y de enseñanzas que os mostrará el modo de pensar de un viejo calabrés perdido en la gran ciudad.

Os dejo algunas de estas grandes citas:
Los que tenemos vida tenemos palabras.
En un súbito impulso, se abrazaron, se abrazaron, se abrazaron. Metiendo cada uno en su pecho el del otro hasta besarse con los corazones. Se sintieron latir, se soltaron
Las mujeres te sorprenderán siempre. Crees que ya conoces toda la baraja, desde la reina a la sota, y te sale una carta nueva
Tú echa un buen trago de todo, que siempre acaban llegando malos pasos y lo que no hayas gozado en su tiempo ya no lo puedes gozar en el mío.
Aunque me mientas, dime que me quieres.
Tendidos uno junto a otro bajo la sábana y la colcha, desvestidos a medias, las palabras son estrellas en el crepúsculo de cada día, rojas brasas en un fuego tranquilo, misterios compartidos. Y los silencios lo cantan todo, son la vida entera de cada uno resucitando, reconstruyéndose y requiriendo a la otra para completarse; son las existencias de ambos abrazándose en un trenzado de anhelos y esperanzas.

 Os dejo con la imagen de una de las escutluras que dan nombre al libro y tanto le gustan a Salvatore, los sepulcros etruscos que representan a sus muertos con una sonrisa y disfrutando de la vida.

Sepulcro etrusco
Sepulcro etrusco (extraído del blog Lengua castellana y literatura de Elena Fernández Palacios)


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